La puerta no se abría.
Tras un largo rato, escuché algo dentro y me acerqué. Se oían las pisadas de una persona, cada vez más fuertes. Se estaba acercando.
Me aparté con rapidez, justo cuando tiraban de la puerta.
-Bienvenida, Bata -
Un hombre vestido con traje negro y sombrero de copa tendía su brazo al interior, invitándome a pasar. Sonreía con una mueca, enseñando el colmillo superior, amarillo y sucio.
-y ¿usted es? - (No tengo miedo, no tengo miedo, no tengo miedo....)
-Mr. Hyde, por supuesto - Se quitó el sombrero con rapidez y añadió: - Anfitrión del cónclave. Por favor...
Volvió a estirar su brazo y esperó a que pasara para cerrar la puerta con un gran golpe.
-A veces se atasca, mademoiselle - dijo con una sonrisa al ver mi cara de horror.
Era un pasillo largo, estrecho y lleno de escombros y basura. Una bombilla pequeña intentaba iluminar el sitio. Mr. Hyde caminaba deprisa, yo le seguía, despacio y manteniendo la distancia con él. Al final del pasillo había una cortina de terciopelo rojo. Esperó a que estuviera a su lado para correr la tela y dejar que la música y multitud de voces invadieran el pasillo.
Habíamos entrado a la planta superior de una sala de fiestas enorme, con decenas de mesas abarrotadas de gente. Tenía un escenario donde una banda de música acompañaba la voz de una cantante alta, de melena larga y ondulada. Iba enfundada en un vestido negro largo con guantes hasta el codo y cantaba Put the blame on mame con una voz prodigiosa.
Los invitados conversaban y reían mientras cenaban. Casi todos desconocidos para mí. Gente de diferentes edades, raza y condición. Se mezclaban en las mesas con otros que si podía reconocer: Spiderman, Catwoman, Ranma 1/2, Hulk, Sailor Moon, El hombre de acero.... fueron algunos de los que pude ver antes de que un camarero se pusiera delante de mí.
- Bienvenida al cónclave anual de alter egos ¿Me permite su chaqueta y su bolso, por favor? -
Mientras entregaba mis cosas, Mr. Hyde me preguntó:
-Y dígame, señorita ¿Cuál es su poder?
-¿Mi qué? - (a veces se me olvidan los modales)
-Su poder, su capacidad, ese talento secreto...
-Pues... la verdad... es que no tengo.
La sala enmudeció. Todos me miraban entre el asombro, la pena y la decepción.
-Esto... ¿hago unas croquetas de muerte?
-Ajá...
En cuanto Mr. Hyde habló, los invitados retomaron sus conversaciones y la música volvió a sonar.
- Acompáñale a la mesa 10 - le dijo al camarero - Que disfrute de la velada, mademoiselle - se quitó el sombrero e hizo una reverencia - Ahora, si me disculpa, debo atender a los próximos invitados.
El camarero comenzó a bajar las escaleras y, tras hacerle una pequeña y torpe reverencia a mi anfitrión, le seguí. Pasamos entre las mesas, todas abarrotadas. Algunos me miraban con descaro, otros enmudecían cuando estaba cerca de ellos y unos pocos cuchichearon sobre mí.
El camarero se paró en seco y señaló mi lugar.
Clark Kent me saludaba entusiasmado con una mano, solo en la mesa.
Según me contó más tarde, llevaba décadas cenando sin más compañía que el jarrón de la mesa. Tartamudeaba de la emoción por estar acompañado y estuvo a punto de llorar al recordar como, año tras año, en cada reunión cuando llegaban nuevos alter egos, los sentaba en otras mesas, en función de su habilidad.
Los invitados de las mesas de al lado, se reían con disimulo viendo como, con cara hastiada, escuchaba todas y cada uno de sus quejas: sobre sus años de soledad, sus torpezas, su timidez, su inseguridad, su jefe...
Mi compañero de mesa me relataba su agónicas tardes de domingo aburrido en casa cuando vi que Mr. Hyde se acercaba a saludar a una mesa, cerca de la nuestra. Era mi momento. Me levanté, fui hacia él y le pregunté con disimulo:
- Oiga, y la paciencia... ¿cuenta como superpoder?
Bata