sábado, 22 de diciembre de 2012

El bote

Marta, con la taza de café en una mano y la tostada en la otra, se dirigió a sus compañeros de la oficina, cual profeta en la plaza, para explicar la revelación:

- Es genial. Tenéis que verla. La vida de Pi. Fantástica. A ver... va de un chaval  que naufraga su barco... es que tampoco quiero contar mucho que os la destripo... y, bueno, termina en un bote salvavidas en medio del oceáno con una cebra, una gorila, una hiena y un tigre. Imagínate tu.... A ver, como siga...¡os la cuento¡ Silvia, tranqui que no cuento más pero, ya te digo, que a mí me ha enseñado mucho. El protagonista no hubiera sobrevivido si no fuera por Richard Parker. Se hubiera dejado morir. Él le mantuvo despierto, le dio rutinas, compañía.... sin él, Pi no sobreviviría. Creo que todos necesitamos a Richard Parker. ¿Que quién es? Ah... te dejo con la intriga.....

Esa misma noche fui a ver la película. Y esa misma noche se inició un debate en mi cabeza. Todos necesitamos a Richard Parker. Pero ..¿Quién es mi Richard Parker?

De camino al trabajo, sentada en uno de los vagones del metro, observé a la gente. El tren se balanceba con las olas del oceáno mientras me imaginaba el bote salvavidas de aquellas personas, con quién viajarían y cuáles de ellos sobrevivirían. 

Por encima de la pantalla de mi ordenador podía ver a mis compañeros de trabajo. Es más fácil. Les conozco y puedo ver su lucha interna, teclado en mano y grito de guerra. Me fijé en Carmita, la mujer que limpia la oficina. Pocas veces habla a no ser que le preguntes. Siempre trabaja con la mirada perdida, pensando en algo fuera del tiempo en el que está.

-¿Como están tus hijos Carmita?

Volvió de sus entrañas, tensó la espalda y me contestó:

-Ahí están, hija. La pequeña me anda enferma de anginas y tengo  a mi madre cuidando de ella en casa. Y el mayor... que me necesita gafas. 300 euros de gafas... Como está la vida.... - Se quedó callada pero la conversación siguió en su cabeza con sus quejas y preocupaciones.

Carmita sobrevive por un Richard Parker de 2 y 6 años.

A la noche, me llamó mi mejor amiga y le conté la historia. Me preguntó si estaba bien.

-Si, si. Estoy bien. Solo quería saber si tienes algo parecido. Eso que te mantiene alerta para sobrevivir.

-Bueno, no sé. Así de repente pues no sé que decirte... ¿oye, a que viene todo esto?

-Nada. Tonterías.

Todos sobrevivimos a la ciudad, a la esfera que nos rodea. Algo nos mueve a seguir. Me obsesiono en buscarle y no lo encuentro. Eso me preocupa.

Hasta el sueño de esta noche....

Me despierto sedienta en mitad de la noche. Bebo un vaso de agua en la cocina con la luz de la calle entrando por la ventana. El barrio está en silencio, como mar en calma. En el pasillo, a oscuras, palpo las paredes buscando la puerta del baño. 
Miro mi cara reflejada en el espejo bajo la luz blanca de la bombilla. Los rasgos de los años y las ojeras aumentan. Bostezo y, al abrir la boca, veo algo en mi garganta que se mueve. Me acerco y abro la boca de nuevo. Algo se intenta abrir paso. Mi cuerpo reflejado cae al suelo entre convulsiones, agarrándose el estomago. No puedo verla. El baño, al otro lado del espejo, parece vacío. Grito mi nombre esperando respuesta. Al poco rato, mi reflejo aparece pálido, asustado. Me busca en el baño, en su baño. Golpeó el espejo con mis manos para llamar su atención mientras vuelvo a gritar nuestro nombre.
Me encuentra y viene hacia el espejo. Está aterrorizada. Se agarra el estómago, clavándose las uñas. Su cuerpo vuelve a agitarse con violencia. Apoya sus manos contra el cristal, tiembla... y el sudor cae por su frente. En mi lado, me acerco más, como intentando tocarla hasta que abre la boca de nuevo. Una garra está surgiendo de su garganta... Retrocedo justo en el momento en que un tigre de bengala surge de ella. La bestia se lanza contra mí. En el espejo, mi cuerpo, vacío, sólo piel, cae desplomado inerte.

Sale del espejo de un salto y me tira, quedando debajo de él. Puedo sentir el frío de las baldosas en mi espalda y su aliento caliente y húmedo en mi cara. Nos miramos. Su cara se encuentra a milímetros de la mía. Me olisquea el pelo, la ropa y me vuelve a mirar. Contengo la respiración. Puedo ver la furia  y la violencia en sus colmillos. Y él puede oler el miedo en las lágrimas que  corren por mis mejillas. 

En el suelo, bajo la luz blanca del baño, el tigre de bengala ruge y yo grito. 

Yo soy Richard Parker. 


Ojos tristes


domingo, 2 de diciembre de 2012

De funcionario de calle a Presidente




Yo, funcionaria, personal sanitario. Trabajo con la pasión de hacer mi trabajo lo mejor posible para el usuario, con la creencia de que el sistema público sirve al ciudadano. En mi caso trabajo con un listado de pacientes crónicos que visito semanalmente.

Tengo un superior, funcionario colocado a dedo, a quien le da igual lo que yo innove o me esfuerce por hacer el trabajo más efectivo, su absoluto silencio transmite esto: “Lo importante es que no la cagues”. No tiene ni idea de lo que hago.

Y con esta falta de intención por bajar a la realidad por parte de mis superiores, me toca a mí hacer cosas que no me gustan, cosas que critico, como buscarme las triquiñuelas para quitar sesiones a un usuario para dárselas a otro nuevo que han incluido en "mi listado" desde  arriba.

Entonces ese usuario recortado me llama “Rajoy”, por recortarle una sesión de tratamiento. Y yo, Rajoy, me voy a casa jodida. Y me digo como Mafalda: "¡Qué asco me doy a veces!". Y me pregunto si Rajoy también se asqueará de sí mismo alguna vez.

Le he dicho repetidamente a mi superior  que los usuarios están tratados por debajo de sus necesidades; pero lo cierto es que mis usuarios no se quejan. Y si ellos no se quejan no importa lo que yo diga, si ellos no se quejan todo se está haciendo bien.

UnaChica

PD: Os dejo la viñeta de Mafalda, obra del gran Quino: