domingo, 24 de junio de 2012

Quiero que me leas un cuento


  


...de esos que te gustan.  Léelo para mí cómo tú  lo sientes.


  
Nos sentamos  espalda contra espalada, cada uno tiene su universo.

 
 
Comienza el cuento. 
Y al rato te acomodas, y pegas tu cabeza a mi hombro, y parece que me susurras. 
Me gusta.  


  
 
Y te dejas caer algo más hasta mi pierna, cruzada.
Has invadido mi universo. 
Me echo atrás, y tú sigues leyendo. 

 


Me gusta tu cuento. 
Coloco mi cabeza en tu barriga y hacemos un círculo, hemos hecho un único universo.

  
   
 ¿Quieres leerme otro cuento?


Mocho



 



domingo, 17 de junio de 2012

Como vaca mirando al tren



Se había frenado en seco delante del edificio acristalado. Contemplaba con ansiedad aquella mole rellena de despachos, oficinas y mediocridad, consciente de que allí enterraría parte de su vida en tareas repetitivas e intrascendentes. Pero el miedo a cambiar podía con ella, el miedo a ser ella misma sin pensar en lo que opinen los demás. 
A menudo yo despertaba en su interior gritando y pataleando, instándola a la rebeldía, pero el miedo era mas fuerte y de nuevo me dormía… Todo precaución, todo discreción, todo a medias… 
En su antigua oficina se regalaba pequeñas concesiones al individualismo pero en aquella cárcel apartada del mundo no existirían opciones. Todos iguales, todo plano… todo gris…

<<¡Y una mierda joder! La gota que colmó el vaso para mí. No pienso entrar ahí dentro… >>

De pronto me encontraba alli plantada en el asfalto. 

<<¡COÑO!>>

Ella miró en mi dirección y pensé que me había visto pero no… solo miraba al infinito como una jodida vaca mirando al tren… Con la resignación en sus ojos y un enorme resoplido se metió en aquella tumba de almas que llamaba trabajo, a seguir con su triste vida de mierda sin color.

Me quedé allí plantada y sola,  sin tener muy claro donde ir ni que hacer… ¡de puta madre!! Sin tiempos, ni planes, sin controladores… sin miedo. Cuan pajarito que va donde le da la gana.


Pajarito

domingo, 10 de junio de 2012

Conexión simbiótica



LaChicaDelPeloAlborotado y yo mantenemos una conexión profunda, como una telepatía. Ésta no consiste en ver u oír lo que hace o escucha la otra. Tampoco nos leemos los pensamientos. Nuestra unión está en el cerebro, en el alma, en las emociones.
Cuando una hace sus acciones, la sensación que le producen, la emoción pura es  lo que llega a  la otra sin saber la causa o cómo ha pasado. Tampoco llegan todas, sólo las más intensas. Esta facultad no nos permite evocarnos, ni intentar transmitir a la otra una sensación, simplemente pasa. Yo lo entiendo como el recuerdo que tengo de las películas que vi hace tiempo; no  puedo contar el argumento de Eduardo Manostijeras, pero sé que me gustó. 
Esta facultad nos permite complementarnos en esencia, aunque eso lo descubrí más adelante. 
La primera vez que la sentí fue mientras tomaba un té en el Café del Sur. De repente noté cierta tristeza que no tenía que ver conmigo; supuse que era ella y volví a casa.
Efectivamente LaChicaDelPeloAlborotado estaba allí. Estaba triste y sollozaba mientras organizaba cajas de fotografías. Yo sentí que no podía hacer o decir nada para sacarla de esa situación, “soy tú” pensé. 
Así que seguí con mi lista, hacer esas cosas que llenan el espíritu. Puse un poco de Jazz y me dispuse a hacer bizcocho. Mientras cocinaba sentí que la tristeza se hacía menos intensa. Cuando terminé ella dormía y yo me  acosté con la casa llena de un estupendo aroma.
A la mañana siguiente faltaba un pedazo del bizcocho.

Mocho

domingo, 3 de junio de 2012

Bajé a la calle


Cuando puse mis pies en la acera me paré e intenté sentir la madre tierra bajo la suela de las botas Dr. Martins y de todas esas capas de humanismo constructor.Fue algo así como intentar echar raíces; ¿de cuántos metros de largo deberían ser las raíces? Desistí de echar la cuenta.  Entonces miré arriba buscando el final de la calle donde el cielo se abriera y dejara de ser una franja entre dos tejados, sonreí, el cielo era azul y hacía sol.
Me fijé en las capas de aire entre ese cielo y yo, y sentí  la brisa. ¿Por qué lugares habría pasado esa brisa? Pensé en  las montañas, los ríos y los campos; acariciando aves, vacas y demás animales, las finas alas de las mariposas y otros insectos, flores multicolores, árboles muy altos y pequeños arbustos... También pensé que habría pasado por la M-30 con sus coches y por  las chimeneas de las fábricas. Suspiré, salí de mi ensimismamiento y seguí mi camino.
Mientras andaba escuché a mi alrededor, intenté ordenar los sonidos desde lo más cercano a lo más lejano: las voces con las que me cruzaba, un teléfono móvil, la puerta de una tienda, el semáforo, los  claxons, las ruedas de los coches, los motores, una sirena de policía, un zumbido constante de fondo…  Ruido.
Torcí la esquina y me encontré con el puesto de flores. El pequeño tenderete, poco más grande que las casetas de la ONCE, era un oasis en medio de las calles grises, ¡que olor!, ¡qué colorido! Me dieron ganas de plantarme en medio del puesto, en su defecto me quedé delante mirando los  pétalos  de diversas formas y tonalidades y con el sol calentándome la espalda. Me compré unas margaritas blancas y naranjas y continué el paseo.
Caminé dos manzanas más, la madre tierra seguía lejos de mis pies, el cielo seguía siendo azul, la brisa no pasaba por esa calle y los ruidos eran los mismos. Olí mis flores.
Llego a la primera parada: el herbolario. Hago la compra de harina integral, leche de almendras, tahína y de premio unas palmeritas de chocolate cuyos ingredientes proceden todos de cultivo ecológico. ¡Me encanta! Doy un bocado y me siento como los superhéroes que recobran las energías, de repente me conecto con la madre tierra aunque sea vía estómago. 
Menuda flipada, me digo a mí misma. Pero continúo reflexionando;  cuando veo los edificios altos, cuando apenas los arboles se vislumbran en                las interminables calles, cuando evitamos todo atisbo de color en la jungla de asfalto, siento que pierdo una parte de mí, que se pone otra capa entre lo que soy (ánima pensante) y lo que las sociedades me piden que sea (una máquina gris que sigue dogmas que envían los medios de comunicación).
Sigo con mi lista: biblioteca y el bonito “Café del Sur”…
Mocho