domingo, 30 de septiembre de 2012

Sin paraguas

El reloj marca las 16.37 h. Ha sido una siesta de domingo un poco larga. Me he despertado en el sofá con la lluvia cayendo en la ciudad. No enciendo la música. Quiero escuchar el agua golpeando la ventana. 
Preparo leche caliente y café.  Un cuenco, un vaso de agua y dos tazas.... (Aunque ahora que lo pienso el vaso de agua no es necesario)
El cuenco de leche templada para Croqueta. Se lo dejo a los pies del sillón en el que dormita. Está enroscado sobre sí mismo con la cara tapada por la patas delanteras y  dos bigotes asomando entre todo el pelo negro. Suspira profundo y gruñe un poco, parece que está soñando.  
Agua de lluvia para la petunia que Doña Angustias me regaló el otro día. Decía que mi balcón estaba muy triste.
Una de las tazas con leché y cola-cao para el bogeyman. Se la llevo a la habitación. Está sentado en el borde de una estantería del armario, con la puerta entreabierta para oir el agua. Hoy no nos decimos nada. Coge la taza, me sonríe y sigue mirando por la ventana. Parece que tiene ganas de estar solo con sus recuerdos sobre alguien que ambos sabemos.
Y la otra taza de café para mí en pijama, coleta y con ganas de pensar.
Me siento en una silla al lado de la ventana del salón.  El barrio está vacío. Lleva todo el día lloviendo. Las cortinas de los pisos esconden la luz de la televisión, de las lámparas y de los ordenadores excepto unas:  Las cortinas de la ventana de enfrente dejan entrever las piernas entrelazadas de una pareja.
Aún sigo algo enfadada con Ojos tristes. Hace quince días que me crucé con ella en el metro y no me reconoció. El encuentro me ha hecho plantearme que habría sucedido sino me hubiera ido. ¿Habría terminado escondida en un rincón de su mente, haciéndole compañía al bogeyman? No lo sé... No me arrepiento de haberme ido. Me he convertido en un ego transmutado y eso implica dejarla atrás. Pero ¿debería echarla de menos? ¿Otros como yo echan de menos a su persona origen? 
Pienso en Ojos tristes; en qué estará haciendo. Pego la nariz contra el cristal de la ventana, haciendo vaho y figuritas con el dedo. Pienso en todas las cosas que quería hacer Ojos tristes, todas las fantasías que tenía. Sigo haciendo figuritas y entonces recuerdo un sueño en particular. 

Salgo corriendo y regreso al comedor con un bloc de dibujo  y unos lápices. Esbozo la calle vacía, mojada; la lluvia cayendo... De repente se me cuela una chica en el escenario. Camina descalza por medio de la calle. Está empapada y sonriente. Cuando pasa bajo mi ventana mira hacia arriba,  me ve y saluda con la mano. Le respondo agitando el lápiz. Ella sigue su camino. Abro la ventana y desde el balcón se puede escuchar como tararea Moon river bajo la lluvia mientras se aleja. Para cuando la pierdo de vista ya estoy empapada.

Vuelvo dentro y sigo a lo mío. Me imagino a la persona origen de esa chica y la dibujo en el bloc. Una mujer envuelta en mil capas de ropa, con un enorme paraguas amarillo y su cara escondida entre el pelo. 

Bata

domingo, 23 de septiembre de 2012

El cónclave. Parte 3



Cenar con ElHombreInvisible es un coñazo. 

Cuando me llevaron a la mesa estaba yo sola. Mientras esperaba observé las mesas de alrededor: gente variopinta desconocida de todas las edades y algunos rostros famosos: Cher, Macaulay Culkin, Lisbeth Salander, Clark Kent a lo lejos,…  Al fondo de la sala se disponía una bigband con una cantante que era una mezcla entre Gilda y Jessica Rabbit en moreno.

La invitación llegó hace unos días mientras estaba sola en casa, llamaron tres veces y pasaron un sobre por debajo de la puerta. Al abrirlo me sorprendí y asusté a la vez: "El próximo domingo está usted invitada a nuestro cónclave anual. La esperamos en la Calle Juan de Urbieta, 25. Llame tres veces", en la esquina superior derecha  añadía en rojo “Se exige máxima discreción”.

A los cinco minutos se apareció mi comensal,  se presentó con un “Te vi llegar, pero quería observarte”. Ese rollo voyeaur  hizo que el tipo se me atragantara desde el principio. Sonreí falsamente y le dejé que llevara las riendas de la conversación. Me habló poco de él, y mucho de los demás invitados que pasaban a nuestro lado, historias privadas que habían contado en su soledad. Se me hizo desagradable, pero me carcomía la curiosidad por saber cómo él conseguía ser tan realmente invisible, yo tengo mil problemas para no hacer ruido o no rozarme con nadie cuando me desaparezco.

Me había vestido muy discretamente, que era lo que se pedía; llevaba un vestido corto naranja y verde, nada especial, y mis botas rojas favoritas. Me alegré de ir cómoda porque la entrada del edificio estaba llena de pintadas y carteles, y el sitio no tenía pinta de acogedor. Llegué puntualmente y me sorprendió no ver a nadie en la puerta. Llamé tres veces y me abrió Mr. Hyde. Sonreí enormemente y le pregunté: "¿es esto una fiesta de disfraces?"

Escuchando las “superfascinantes historias” de mi acompañante llegó el primer plato, la banda comenzó a tocar Put the blame on mame, “Menos mal, un poco de buen gusto”, pensé. Aún estaban llegando invitados, ví a Mr. Hyde a lo lejos acompañando a una chica joven y asustada, la preguntó algo y todo el mundo se giró hacia ella y la música paró, no conseguí escucharlo. Al rato le señaló al camarero que la acompañara a la mesa de Clark Kent que la recibió emocionado. Volvió la música.

Mr. Hyde sonrió forzosamente a mi pregunta, como siendo amable, y me dijo: “No señorita Mocho, acaba de llegar al Cónclave Anual de Alters Ego; no es un disfraz,  soy su anfitrión Mr. Hyde", pausa, "La rogaría, me acompañara”. “Muy amable, por supuesto” respondí intentando ser cordial, muerta de miedo y preguntandome si aquel pasillo llevaría a otra dimensión, estaría lleno de gases hipnóticos o qué clase de fiesta era aquélla. 

Al llegar el segundo plato le pregunté, ¿cuál es el truco para ser realmente invisible? Sonrió y comenzó un ritual de “me aparezco, me desaparezco, me aparezco, me desaparezco…“ mientras hacía  muecas y se iba acercando, “me aparezco, me desaparezco y te toco una teta”, plaf!! Un guantazo! Nunca he desconfiado de mis reflejos, y me sonreí por dentro, como una sonrisa invisible. Alrededor nadie se sorprendió, ya le conocen. Y yo pensé…” ¡ojalá me hubieran sentado con los ninjas!”

Tras cerrar bruscamente la puerta, Mr.Hyde me condujo por un estrecho y oscuro pasillo dónde afortunadamente no pasó nada, ni una rata. Al final había una cortina roja de terciopelo, que descorrió y pude ver  una espectacular sala. “Preciosa fiesta”, le dije intentado ser educada.  Me señaló una mesita para dos comensales a la derecha . “Comparte usted mesa con ElHombreInvisible”.

Mocho

domingo, 16 de septiembre de 2012

No soy yo, eres tú

Próxima estación: Antón Martín

El metro tiene una frecuencia de tres minutos aproximadamente. Cada tren está compuesto de nueve vagones. Cada vagón tiene veinticuatro asientos y espacio para más de sesenta personas. 

Aunque no es hora punta, veinticuatro personas sentadas y más de sesenta personas de pie hemos elegido este vagón y nos movemos dentro de los túneles, debajo de las calles de Madrid. Estoy al fondo y rozo con la yema de los dedos un asidero mientras nos chocamos unos con otros para mantener el equilibrio. Hay conversaciones entre gritos, discusiones entre susurros y silencios incómodos entre parejas. Diferentes canciones se mezclan en el aire a través de los auriculares. Huele a perfume de mujer, a sudor y comida rápida. 

Las puertas se abren. Salen tres o cuatro personas, entran más de ocho; buscan hueco entre la multitud. Comienzan su viaje. Y entre todos los trenes de Madrid, y entre todos los vagones y entre todas las personas... tú has elegido ponerte delante de mí. 

Miras el suelo. Todo el tiempo.Cabeza agachada y la mirada medio perdida. El suelo,todo el  tiempo. Solo consigo verte la cara cuando llegamos a la siguiente estación. Buscas el nombre de la parada entre los carteles, lo encuentras y vuelves al suelo. Estas buceando dentro de tus pensamientos. Te mueves mucho. Te rascas la nariz. Tienes ansiedad. Algo te ha pasado. Ya sé a donde vas... Te acompaño. No tengo prisa.Quiero que me mires. Simulo que estoy tosiendo pero llevas los cascos puestos. Te miro fijamente. 

¡Mírame¡ 

Soy cinco centímetros más alta. Los mismos que tu querías. Ni uno más ni uno menos. He cambiado. Más alta, y con el pelo largo y ondulado. En cambio, tu sigues igual. El tiempo se ha congelado a tu alrededor. Tu ropa, tu pelo, tus gestos son los mismos. No hay ninguna variación.  Mírame. Levanta la cabeza. Estoy en frente tuya. Observa a tu alrededor, a la gente. O búscate el ombligo. Prefiero que te mires el ombligo todo el día a que mires al suelo sin pensar en ti....

El tren frena en medio del túnel. Los pasajeros nos tambaleamos y tropezamos unos contra otros. Caes sobre mí. Me miras a los ojos. Tenemos los mismos ojos excepto por mi mancha azul en el derecho. Quiero abofetearte. Porque me pides perdón como si fuera un extraño, porque no me conoces aunque soy igual que tu. 

Y porque me he ido y ni te has dado cuenta. No te das cuenta de que una parte de ti se ha fugado y se ha bautizado como Bata. 

Próxima estación: La Gavia 

Te bajas. Veo como te alejas. 
Tranquila, yo tampoco te echo de menos, Ojos tristes. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Visitas



La primera noche me despierto de madrugada. Hay gente en casa; han estado poniendo cámaras para vigilarme. En la habitación no hay nadie, y sin hacer ruido me pongo de pie y salgo al pasillo. Camino por la casa a oscuras. Las cámaras son tan minúsculas como las de los espías y no logro encontrarlas. Ellos continúan en las sombras, hasta que yo vuelva a acostarme. No veo a nadie pero sé que ellos me están observando, sé que están ahí. En mi cabeza se repite “me vigilan, pero no los veo; me vigilan, pero no los veo”. Se me acelera la respiración al cruzar el salón, tengo miedo y siento un mareo.
Me despierto en mi cama. Era un sueño.
Intento volver a dormirme, pero no puedo; doy vueltas en la cama y escucho varios programas de radio. Me quedo dormida al amanecer.

En la noche siguiente me despierto sobresaltada. Hoy no es un sueño, me digo. Estoy despierta y tengo la certeza de que hay alguien en casa. Me levanto de la cama y miro en la habitación iluminada con la luz de la calle, no veo nada ni nadie. Lentamente, con inusitado valor examino el baño, el pasillo y el salón. Todo normal. Entro en la cocina, y encuentro unas enormes puertas blancas, como de un armario, cerradas. Esas puertas blancas no son de mi casa... ¡Mierda!, ¡sigo soñando!
“¡Están aquí, despierta! ¡Están aquí, despierta!”. En mi sueño llego a mi habitación, entonces despierto.
Enciendo la luz y reviso la casa. Nadie, ni nada, ni puerta blanca.
Me meto en la cama con la lamparita de noche encendida, a su calor me quedo dormida.

Al día siguiente, en la siesta, me sueño en mi terraza. Me han agarrado fuertemente de la cintura, la otra mano de quien me sostiene sujeta una cuerda hacia el cielo y con voz profunda me dice “he venido a salvarte”. Mis ojos se pierden en los suyos tapados por un antifaz, es Batman.

Desde entonces, duermo tranquila.

Mocho



domingo, 2 de septiembre de 2012

La ventana indiscreta

Un idiota...no tiene otro nombre...Parece que tenía prisa por entrar. Al salir del vagón de metro me empujó y terminé en el suelo tras aspavientos y grititos. Resultado: un esguince en el pie derecho y quince días con muletas. Y como vivo en un tercero sin ascensor asumí, dentro del tratamiento, un tiempo encerrada en casa.

Tengo provisiones para estos días: comida, libros y pelis. Mis amigos vienen a verme al salir de trabajar y Doña Angustias se acerca por las noches para arroparme. 

Durante la mañana aprovecho para limpiar y tirar cosas que voy acumulando sin necesidad y por pereza. Ayer, mientras una amiga y yo ordenábamos un armario, encontramos una polaroid antigua, llena de polvo y medio rota. Debía de ser del antiguo inquilino.

La he limpiado y parece que aún funciona.Así que, para rendir mi pequeño homenaje a James Stewart, me he puesto la bata rosa y me he sentado al lado de la ventana para intentar captar algo interesante y misterioso. Pero todas las ventanas del edifico de enfrente están cerradas...

A lo lejos veo venir por la calle a una señora que pasea un chihuahua, la fijo en el objetivo y le saco una foto. Mientras espero que el papel se seque, la señora sigue su camino. En la imagen se revela una joven criada paseando un fox terrier bajo un halo de color pastel ¿pero cómo…? Un momento….Su cara me suena...

-¿Doña Angustias, puede bajar un momento?- le pregunto por teléfono mientras sigo mirando la instantánea.

La anciana me confirma que es ella, cuando era jovencita, en los años 50.

-Trabajaba de criada para una familia que había en el edificio de enfrente, una familia muy adinerada, de alta alcurnia como se decía entonces-comenta -¿Dónde has encontrado esa foto? - la taza de café que se ha servido tiembla con suavidad entre sus manos.

-Yo..bueno..estaba en el armario, junto con la cámara.

Doña Angustias se ríe como una colegiala.

-Estaba enamorado de mí, ¿sabes?

-¿Quién?

-Un muchacho que vivía aquí por aquella época. Tenía mi edad más o menos, era medio tímido y bueno también. A mí me gustaba, eramos jóvenes y esas cosas... pero sus padres lo mandaron a la universidad, a Salamanca y bueno.... cada uno siguió su camino...A veces me sacaba fotos con una cámara como ésta. 
Un plano medio de Doña Angustias envuelta en su chal mientras se ríe. Disparo y la foto sale por la ranura. Sus ojos me enseñan que se ha ido lejos, más allá de esta habitación y este tiempo.

-Bueno niña- La anciana se ha despertado del sueño con prisa-  me tengo que marchar. Mi hijo tiene que estar a punto de llegar.

Camina hacia la puerta, encorvada, apoyada en su bastón mientras murmura una canción que no consigo reconocer. Le tomo otra foto, sin que se dé cuenta. 
   
Me tumbo en el sofá a esperar a que se sequen las imágenes.
Una de las instantáneas me revela a una joven de melena larga y negra. Viste solo una combinación de encaje blanco, transparente. Está tirada en el sofá, sonriente y sofocada, mirando con picardía al objetivo, al fotógrafo.
En la otra, está de espaldas, subiéndose el vestido. La luz dibuja el contorno de sus caderas a través de la tela. Camina de puntillas, descalza. Parece que está bailando.
Coloco la polaroid para tomar una última foto.Click. Un retrato mío.
La cámara me da la foto y la agito hasta que la imagen se define.
No aparezco. No existo en los recuerdos de la cámara. Solo una corbata y una camisa entre los cojines del sofá.  

Bata