El jueves me llamó el alter ego de la Abuela de LaChica.
Vendría a casa el domingo; LaChicaDelPeloAlborotado no estaría, así que sería
una velada de alters ego.
El domingo a las 17:30 horas la Abuela me llamó. Salía
de su casa y vendría por el bosque. “Ten cuidado con el lobo”, le dije, “Bah, no
me preocupa” respondió. A las 18 horas sonó el portero automático, ¡ya está
aquí! Yo estaba nerviosa porque apenas habíamos hablado por teléfono y tenía
curiosidad por saber cómo sería, que me contaría, si le gustaría la casa... Llamó a la puerta con los nudillos. Al abrir descubrí un
pelo canoso corto y despuntado, unos ojos pintados de negro, una mujer delgada
y fuerte; llevaba unos pantalones negros ajustados, unas botas y una cazadora
de cuero. Daba un poco de miedo, pero me devolvió una sonrisa tan enorme y un
abrazo tan efusivo que el miedo se me olvidó de golpe. Traía una cesta que dejó
en la cocina, me dijo que iba al baño. En la cesta había una botella de vino
tino y jamón ibérico.
Se sentó en el sofá mientras yo preparaba las copas. Llegué con
todo el maridaje al salón, ella sonreía mientras observaba atentamente
alrededor. No fui capaz de evitar decir:
- Abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Son para ver la parte buena de la vida – y sonrió- Tú
también tienes unos ojos grandes.
Me preguntó por mí y por LaChica, se sorprendió y preocupó
de mi nacimiento, me dejó hablar largo rato de la convivencia de LaChica y
yo, y cómo avanzábamos en nuestra reconstrucción interior. Me escuchaba
tan atenta que pensé que tenía las orejas tan abiertas como sus ojos.
- Abuelita, que oídos tan atentos tienes!
- Son para saber escuchar y aprender. Para oír la música, la
lluvia, los pájaros, … y a lo más importante: a las personas.
Sonreí y me sonrió otra vez.
- Abuelita, ¡que enorme y preciosa sonrisa tienes!
Sonrió una vez más y echó una risilla:
- ¡Es que me he comido al lobo!
Yo solté una carcajada y ella se me unió. Reímos juntas
largo rato.
No era literal, la Abuela no se comía nadie. La Abuela Origen
vivía junto al Abuelo, un señor mandón que había ido haciendo pequeñita a la
Abuela; ella quería sentirse bien y romper aquella situación, pero no era capaz y de ese deseo nació la Abuela que
yo tenía delante. La Abuela AlterEgo era un simbiótico, y como yo, podía
hacerse invisible y pasear a sus anchas por la casa de los abuelos. Así que
cuando el Abuelo no se portaba bien con la Abuela Origen , el Alter Ego le
tiraba del pelo, le hacía tropezar, le escondía las zapatillas o le bajaba los
calcetines. Inocentes actos que la Abuela Origen sí veía y que eran una pequeña
venganza que disfrutaba. La señora que tenía delante además se dedicaba a
amedrentar a otros hombres de esos que no aman a sus mujeres y les dejaba
notitas o les hacía inocentes bromas como al Abuelo.
Su historia y su pasión por disfrutar de la vida me
conquistaron. Sus jueguecillos me crearon ciertas dudas éticas, pero transmitía tanta
felicidad que me hicieron gracia.
Y entre historias y anécdotas pasamos la tarde; bebiendo vino, comiendo jamón y hablando mal, y un poco bien, de los hombres en general, y de los de nuestras vidas en particular.
Mocho , con caperuza roja
Y entre historias y anécdotas pasamos la tarde; bebiendo vino, comiendo jamón y hablando mal, y un poco bien, de los hombres en general, y de los de nuestras vidas en particular.
Mocho , con caperuza roja